Vacaciones sin barreras: turismo accesible en Argentina
Por Fernando Villalba
Sí, Voy es una empresa que tiene la misión de proporcionar experiencias positivas en personas con movilidad reducida a través de viajes con plena autonomía. Verónica Martínez, su directora, explicó cuáles son las barreras que limitan el acceso en el sector turístico y cómo se pueden abordar.
“La mayoría de las veces me olvido de que estoy en silla de ruedas, hasta que inevitablemente el entorno me lo recuerda”, explica Verónica Martínez, directora de Sí, Voy: tu destino sin límites, y así sintetiza cómo la falta de accesibilidad afecta la calidad de vida de las personas con discapacidad.
Frente a la creencia generalizada de que las personas con discapacidad no quieren ni necesitan salir de sus hogares, que están “enfermas” y que sufren, Sí, Voy genera un puente entre la oferta y la demanda de servicios turísticos adaptados y así derriba distintos mitos. “La accesibilidad no es solo para las personas con discapacidad, es algo que beneficia a la calidad de vida de toda la población”, señala Martínez. “En un promedio de 72 años, ocho nos la pasamos con movilidad reducida: cuando somos bebés o sufrimos lesiones, cuando nos embarazamos y cuando llegamos a viejos”.
La empresa tiene más de 500 recursos vinculados a la accesibilidad disponibles en su sitio web, fruto de la amplia gama de servicios que ofrece: además de asesoramiento en turismo accesible a usuarios personales, brinda consultoría en diseño universal, capacitaciones a empresas, y hasta cuenta con una academia de formación en conjunto con Nõun, uno de sus aliados estratégicos. Una parte crucial de construir accesibilidad es actuar en red: por eso, para armar los itinerarios para clientes, esta organización trabaja con profesionales de varios campos: diseño, arquitectura y guías de turismo.
La versatilidad de la compañía quedó a la vista cuando, durante la pandemia, tuvieron que reconfigurarse, y del caos surgió el videopodcast “Turismo accesible en Argentina” junto a Ikigai, empresa que realiza experiencias accesibles. El contenido —con subtítulos y lengua de señas— se basa en guías de viaje audiovisuales que llevan meses de relevamiento, para mostrar la accesibilidad de los destinos en distintas provincias.
Su directora y fundadora nació en el centro del país, en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa. Consultora en accesibilidad, Verónica es una mujer de 45 años con discapacidad motriz, producto de una atrofia muscular espinal —enfermedad neurogenética que causa debilidad muscular—. Recibida de contadora, trabajó para un organismo recaudador en la administración pública. “He cumplido cada una de las metas que me he propuesto, pero sentía que quería hacer algo más… y entonces noté que para viajar me gustaba planificar todo en detalle, porque no saber con qué me iba a topar me generaba mucha incertidumbre”. De esa búsqueda, que muchas veces se tornaba una odisea debido a que la información acerca del destino no existía o estaba muy dispersa, surgió la idea de su empresa, como “una web donde esté toda la información reunida, una vidriera donde los prestadores y también el sector público puedan mostrar lo que hay en materia de accesibilidad (no solo física o motriz, sino también comunicacional y actitudinal)”.
Verónica también notó que muchos lugares “no saben cómo empezar a adecuar el espacio” y, localizando esa demanda, optó por especializarse en accesibilidad universal. “Gracias a eso, hoy trabajamos con agencias de viaje aliadas para construir un itinerario a medida para aquellas personas que no deseen molestarse en armar el viaje”.
Si bien en un principio Sí, Voy se pensó específicamente para discapacidad motriz, debido a la experiencia personal de su fundadora, “uno va aprendiendo otras especificidades, como la importancia de comunicar de otras formas, de la necesidad de que el contenido esté disponible en braille o con códigos QR, de contratar a personas que sepan lengua de señas…”, y por ello, la grilla de destinatarios fue ampliándose. “Una persona es un mundo y, aún con la misma discapacidad, todos tenemos diferentes necesidades y formas de enfrentar las barreras” especificó Martínez.
En cuanto a las barreras de acceso más comunes en el turismo, Verónica indicó que las encuestas de viajeros con discapacidad reflejan que la mayor limitación pasa por lo arquitectónico. Y detalló entonces lo que se denomina una “cadena de accesibilidad”: “Cuando una persona viaja hay una serie de pasos que sigue: transita la vereda y va a la parada del autobús que conduce a la terminal, de donde parte el micro o el avión. Una vez en su destino, se mueve por una nueva terminal y va rumbo al hotel, luego al parque, al balneario, etc.”. Esto significa que “si un eslabón de esa cadena está roto, directamente esa persona no puede hacer nada y tiene una mala experiencia”. Para ilustrar esta situación, dio ejemplos que se presentan a menudo: “Puede haber unidades adaptadas de colectivos, pero si la parada no es accesible o el chofer no acerca el colectivo a la parada, esa persona no puede subir. O de nada sirve un hotel adaptado, si en el destino no hay actividades (circuitos o visitas) que esa persona pueda hacer”.
No obstante, en los últimos años también han habido algunos avances: “En hotelería, los nuevos edificios más o menos contemplan la accesibilidad según la legislación de vanguardia que tenemos. También los parques y espacios públicos”. En ese sentido, Martínez llamó a seguir adecuando las ciudades, dado que a veces resultan intransitables: desde la inaccesibilidad de los cruces, las esquinas, las veredas y, en especial, el transporte.