“Con ‘buena presencia’ lo que te están pidiendo es que encajes en el ideal de belleza que rige en este tiempo”

Por Stephanie Simonetta

Lala Pasquinelli es fundadora del colectivo Mujeres Que No Fueron Tapa, activista feminista, poeta, abogada y autora de libros como “La estafa de la feminidad. Cómo la belleza nos educa para ser sumisas”. Recientemente, junto a Nodos Consultora, realizó un taller sobre apariencia física y belleza en el ámbito laboral. En diálogo con Diversa Noticias, conversó sobre la discriminación por apariencia física en los lugares de trabajo, los mandatos de belleza que enfrentan las mujeres en estos ámbitos y las consecuencias que traen para ellas, así como el papel que tienen las empresas en perpetuar estos estándares.

¿Cómo se manifiesta la discriminación por apariencia física en el ámbito laboral?

Se manifiesta en lo que le pasa a las personas que trabajan, o que tienen la intención de trabajar en ciertos lugares, y se encuentran, tanto en las búsquedas como en las entrevistas, con sesgos y exigencias. Muchas veces aparece esto de la buena presencia y ahí es fácil darse cuenta de que en realidad cuando están pidiendo buena presencia lo que te están pidiendo, justamente, es que encajes en ese ideal de belleza que rige en este tiempo, en esta época en la que vivimos.

Esto no aparece, a mi criterio, todavía, como una conversación, como una preocupación que surja en organizaciones. Todavía no hay una mirada que identifique cómo esto atraviesa el ojo de quienes seleccionan a las personas y lo que esto genera en estos lugares: la ausencia de diversidad. Con estos sesgos no solamente se ven perjudicadas las personas: mucha gente prefiere dejar de trabajar en estos lugares a la primera oportunidad que se les presenta para poder trabajar en lugares que sienten que son seguros en términos de un bienestar psíquico y emocional.

Uno de los temas que abordabas en el taller sobre apariencia física en el ámbito laboral es que para las mujeres la belleza se volvió una exigencia para acceder a casi cualquier trabajo. ¿En qué tipo de prácticas es visible este mandato?

En esto que decíamos de la exigencia de buena presencia: hoy la buena presencia no es que tengas la ropa limpia o que vayas vestida con cierta formalidad, o que tenga planchada la camisa, sino que tiene que ver con delgadez, juventud, todos los elementos fundamentales de la belleza que en general se exigen.

La posesión de belleza implica la posesión de ciertas virtudes y habilidades, esto va a estar presente en la mirada, en el inconsciente, de quien hace la búsqueda y quien selecciona, más allá del puesto al que vos se te vaya a destinar.

Lo que viene a hacer la exigencia de belleza es a cristalizar el resto de las desigualdades: tiene un alto componente de clase, racial, etc. Cristaliza el racismo, el clasismo, la gordofobia o gordoodio. Va a dejar afuera a muchísimas personas que no cumplen con estas características, sea cual sea el trabajo con el cual apliquen o sean convocadas.

Si bien esto en los lugares donde hay atención al público es muchísimo  más manifiesto, lo encontramos en muchos lugares: a las mujeres se les sigue exigiendo una determinada vestimenta, tacos altos, maquillaje, determinada forma de llevar el cabello, ropa más formal. O, depende del tipo de trabajo que sea, puede ser más formal o puede ser más sensual, pero en general a esas mujeres se les exige ser jóvenes y delgadas, tener el pelo largo, todo lo que refiere a la construcción del ideal femenino en torno a la belleza.

Decías que todos estos mandatos vinculados a la belleza les demandan a las mujeres cumplir ciertos rituales que llevan tiempo y dinero, entre otras cosas. ¿Qué consecuencias tiene para las mujeres cumplir con estos rituales y qué consecuencias tiene no cumplirlos?

Claro, es una trampa perfecta, porque si no cumplís vas a ser castigada y si cumplís también sos castigada, de diferentes maneras. El cumplimiento del acatamiento de estos rituales, para las mujeres, trae como punto de partida y como consecuencia psíquica más grave la autocosificación, y la desensibilización.

Es imprescindible anestesiar nuestros cuerpos y desensibilizarnos: de alguna manera hay una cierta pérdida de nuestro registro como seres sintientes en el hecho de obligarnos a someternos voluntariamente a estas prácticas, que en general muchas de ellas son dolorosas, muchas son mutilantes.

Luego, creo que lo segundo más importante es la pérdida de tiempo. Lo primero que se nos expropia es el tiempo, porque tenemos muchos turnos de trabajo, no solo el trabajo remunerado sino el trabajo no remunerado, el sostenimiento afectivo de todos nuestros vínculos y el cuidado de nuestra paciencia, de nuestros hábitos, de nuestro consumo, para encajar en ese lugar.

Entonces, nosotras, que además, damos mucho más tiempo a las tareas domésticas, si ganamos menos por nuestro trabajo y por eso tenemos que trabajar más, tenemos un tercer turno de trabajo, como dice Naomi Wolf, que es el de la belleza. Y que está dado no solo por el tiempo que se dedica a estos rituales, sino por toda la carga mental de la belleza, que no es poca cosa: tiene que ver con este análisis permanente de ver cómo nos vamos a vestir, no podemos usar siempre la misma ropa.

Un varón de 30 años que trabaja en una corporación, más o menos con dos o tres equipos de ropa diferente, remeras, jeans, zapatillas, está para funcionar en el mundo sin ningún tipo de problema. En cambio, una mujer necesita distintos zapatos, accesorios, carteras, cinturones, alhajas, el maquillaje, las cremas, la depilación, las manos.  Todo esto que implica un montón de dinero y al implicar dinero implica tiempo.

Hay algunos estudios sobre esto,  por ahí no tantos en nuestro país. Hay una autora que aborda este tema que dice que esto representa para las mujeres una matrícula universitaria a lo largo de su vida, la posibilidad de pagarse una carrera en Estados Unidos.

La pérdida de dinero, de tiempo, de autoestima es un montón para la vida de las mujeres. Siendo que además ganamos menos en nuestros trabajos, tenemos que invertir muchísimo más dinero para mantener esos trabajos, porque tenemos que mantener esta experiencia de juventud, de belleza, de delgadez, y esto es muy costoso.

Y por otro lado, no cumplir con estos rituales, no estar dispuestas a la peluquería, al gasto en indumentaria, accesorios, tratamientos de belleza, manicura, todo lo que implica la belleza, implica para muchas quedar fuera de esa circulación.  De estos lugares donde se te va a exigir buena presencia o donde, si ya estás trabajando y querés ascender, vas a tener que encajar, vas a tener que tener esa apariencia de la cual depende cierta autoridad o cierto prestigio, porque de alguna manera es como una carta de éxito personal y profesional encajar en esos estándares.

Entonces, para las que no encajan también va a haber sanciones, por lo menos en esos ámbitos, organizacionales e institucionales. De hecho, muchas de las que no encajan o de las que ya no quieren encajar se van de esos ámbitos, se ponen sus propios emprendimientos, trabajan por cuenta propia, se desarrollan profesionalmente por otros carriles.

¿Qué rol tienen las empresas en la imposición de estos rituales -que se vuelven mandatos- en las publicidades? ¿Y viste cambios en el último tiempo en este tipo de miradas?

No diría que hay un cambio, diría que hay una tensión. Inclusive te diría que hay algo que hasta hace tres años creo que estábamos en una conversación y en los últimos tres años esto ha pegado una vuelta al pasado. Creo que ese esfuerzo que existía de algunas empresas de una cierta corrección política, hoy no estoy tan segura de que exista. Y por otro lado, podemos ver de parte de algunas empresas este pinkwashing, intentar vendernos lo que siempre vendieron con otras palabras o con otras imágenes.

Al mismo tiempo tenemos por otro lado el avance de la crueldad en esas publicidades de todos los productos que se les venden a las mujeres para transformar su cuerpo. No solo la crueldad de la publicidad, sino la crueldad de las propuestas de todo lo que tiene que ver con los productos de belleza, tratamientos que son absurdos, algunos que son profundamente crueles, otros que son profundamente invasivos. La mayor parte no tiene ningún tipo de sentido pero igualmente son agresivos para la salud.

Y lo que sí veo, por parte de algunas de estas empresas, es esta conversación sobre los cuidados. Como que de repente el autocuidado, que es un concepto feminista, es tomado por el mercado y convertido. Entonces hoy las mujeres hablan de skincare como autocuidado o hablan de ciertos rituales que tienen que ver con la belleza como autocuidado, de las dietas o del gimnasio, de lo que sea, todo como autocuidado.

Porque también tenemos la irrupción de todos los discursos sobre la salud, donde de repente todo lo que antes se te exigía solo por belleza física, ahora también se te exige con el argumento de la salud. Un argumento que es muy difícil de contrarrestar porque viene muy abrazado a la ciencia. Hay unos nuevos discursos para seguir sosteniendo estas prácticas, rituales y estos consumos con el barniz del autocuidado y la salud. Es algo que estamos viendo proliferar muchísimo en este momento.

Y otra cosa que también veo en relación a esto, es cómo se propone todo esto a una edad cada vez más temprana. De alguna manera se normaliza todo mucho más pronto, y al estar normalizado en el cuerpo, en el consumo, es mucho más difícil de deconstruir que si solo es una práctica de poco tiempo en tu vida.

Sabemos que este tipo de problemas complejos requiere de abordajes complejos y que no hay soluciones fáciles, pero ¿qué buenas prácticas existen o se pueden llegar a implementar desde el lado de las empresas?

Creo que como punto de partida es necesario hacer visible el tema porque, como decíamos, es un tema que todavía no se habla. El problema todavía no está siendo comunicado, con lo cual creo que como punto de partida hay que hacer un trabajo de identificación del problema puertas hacia adentro, de diagnóstico, de sinceramiento, por decirlo de algún modo, porque creo que eso es sobre todo lo que falta.

El primer paso es empezar a hablarlo y empezar a identificar que es un problema para las organizaciones que tiene consecuencias negativas, no solo para las personas, sino para la propia organización. Y es necesario empezar a generar condiciones para construir categorías, poner nombres, compartir experiencias.

La belleza exige ciertas gestualidades y actos, unas formas de moverse, de hablar, de pensar. Entonces, poner esto sobre la mesa para entender que muchas veces cuando se hacen determinadas evaluaciones o se les exige a las mujeres determinadas formas de liderazgo, lo que se está haciendo es marcarles la cancha y volverlas al cuadradito de la feminidad y de la identidad femenina.

Son cosas que todavía no estamos pudiendo hablar honestamente: todavía seguimos hablando de liderazgo masculino y ese tipo de cosas que son parte del problema y no de la solución. Entonces me parece que hay un montón de caminos por recorrer en este tipo de opresiones de violencia, de sesgo, que son muy sutiles y que por eso operan de una manera tan eficiente, porque son muy difíciles de identificar.

Recientemente con Nodos Consultora lanzaron la encuesta “Como te ven, ¿te tratan?”, una investigación sobre el impacto de la apariencia física en el ámbito laboral y también el taller que aborda este mismo tema. ¿Qué están buscando con este tipo de instancias?

Estamos buscando abrir una conversación, hacerla pública. Poner sobre la mesa este tema, llevarlo a la agenda para hacerlo visible y empezar a trabajarlo.

¿Y están desarrollando propuestas específicas para empresas sobre el tema?

Sí, con Nodos venimos trabajando estos temas hace bastante tiempo, sobre todo desde la diversidad corporal. Estamos pensando y desarrollando propuestas para abordar este tema como lo abordamos en el taller adentro de las organizaciones. Para poder diagnosticar, para tener claridad sobre cómo estos sesgos, estas formas de mirar a las personas, suceden dentro de las organizaciones y son perjudiciales. Generar instancias de conciencia, instancias donde estas prácticas puedan ser transformadas, donde se puedan pensar dispositivos y campañas que no solo concienticen sino que transformen estas prácticas.