¿Si las masculinidades tradicionales no nos salvaron, por qué nos salvarían ahora? Un análisis interseccional de poder, exclusión e IA

Por Gonzalo Giambruno, especialista en Estrategia DEI & ESG

La crisis del Club de la Unión chileno y las declaraciones de Elon Musk sobre la empatía permiten trazar un hilo entre masculinidades tradicionales, exclusión sistémica y el diseño de la inteligencia artificial. ¿Qué algoritmos sociales seguimos reproduciendo? ¿Qué riesgos enfrentamos cuando confundimos empatía con debilidad?

El momento Musk: cuando las emociones revelan algoritmos sociales obsoletos

«Asistimos a una empatía suicida civilizatoria en marcha», declaró Elon Musk en una entrevista de tres horas con Joe Rogan el 28 de febrero de 2025, señalando que la empatía es la gran «debilidad» actual de la cultura occidental y que ha sido «instrumentalizada». 

Quizás las emociones no sean el problema, sino los algoritmos sociales que las procesan. 

La crisis del Club de la Unión de Santiago y la frase reveladora de sus exalcaldes nos ofrecen una ventana única para entender cómo estos mismos patrones excluyentes se están replicando en el desarrollo de la IA a escala global.

Contexto local para comprensión global: El Club de la Unión de Santiago – Un algoritmo social en quiebra

El Club de la Unión, fundado en 1864, es la institución social más exclusiva y prestigiosa de Chile. Ubicado en el corazón financiero de Santiago, ha sido durante más de 150 años el epicentro del poder político y económico chileno. Sus socios (hombres) han incluido presidentes, ministros, empresarios y figuras de la élite tradicional del país, el club ha funcionado históricamente como un espacio exclusivamente masculino donde se tejían las redes de poder que definían el rumbo del país.

Sin embargo, en mayo de 2024, el club enfrentó una crisis financiera sin precedentes: $180 millones en deudas laborales, 15 juicios civiles pendientes, y la renuncia masiva de socios que «dejaron de ir y dejaron de pagar las cuotas». Esta crisis no es solo económica: es el símbolo perfecto de lo que sucede cuando las instituciones se aferran a modelos obsoletos de masculinidad y exclusión.

La frase que revela el algoritmo social en funcionamiento

Los ex alcaldes de la capital en Chile, Santiago escribieron: «Nos atrevemos a formular un llamado a los hombres de negocio de este país y, a las personas de buena voluntad, a que se sumen generosamente a la tarea de salvar esta insigne y renovada institución y su valioso patrimonio».

Aquí vemos el algoritmo social en acción: primero procesamiento por categoría de género y clase («hombres de negocio»), después una variable residual («personas de buena voluntad»). Esta jerarquización inconsciente revela el mismo patrón que Musk defiende cuando sugiere que las «emociones» empáticas interfieren con la «racionalidad» civilizatoria.

Como observa el filósofo Ricardo Pinilla Burgos: «La cuestión no es negar estas posibles consecuencias [de la empatía], si no preguntarnos dónde está la verdadera fuerza y grandeza, ya no de la civilización, sino de la condición humana». 

La perspectiva de Musk sobre la empatía como «debilidad» encuentra un eco perfecto en la lógica excluyente del Club de la Unión: ambos sistemas consideran que la inclusión genuina es un riesgo para la supervivencia institucional.

El costo real de la «caja masculina»: cuando la eficiencia excluye

Según el estudio «The Cost of the Man Box» de Promundo, las masculinidades tradicionales cuestan $15.7 mil millones anuales solo en Estados Unidos debido a comportamientos asociados con accidentes, suicidio, violencia, depresión y consumo excesivo de alcohol. En México, estas dinámicas generan pérdidas por $670 millones anuales.

El Club de la Unión representa un caso de estudio perfecto: cuando las instituciones se construyen sobre exclusión y tradiciones rígidas, terminan siendo económicamente insostenibles. 

Las «emociones» empáticas que preocupan a Musk -la demanda por inclusión, diversidad, explicabilidad- no son irracionales; son señales tempranas de sistemas que se dirigen hacia el colapso.

Musk argumenta que la empatía debe ser «dirigida a toda la civilización, no a determinadas personas». Ahora, como observa la profesora Kimberlé Crenshaw sobre la interseccionalidad: «el problema no es simplemente que ambos discursos obvian de algún modo a las mujeres de color, al no reconocer la carga ‘adicional’ de patriarcado o de racismo». ¿Qué significa «toda la civilización» cuando históricamente esa civilización ha sido definida por y para «hombres de negocio»?

La «caja negra» de las masculinidades tradicionales y la IA

Como señala el informe sobre IA explicable de la Royal Society: «Algunos de los sistemas de IA de hoy son capaces de producir resultados muy precisos, pero también son muy complejos. Estos modelos llamados ‘caja negra’ pueden ser demasiado complicados para que incluso los usuarios expertos los entiendan completamente».

¿No es esto exactamente lo que sucede con las masculinidades tradicionales? Sistemas de poder aparentemente «exitosos» pero incomprensibles en su funcionamiento interno, que excluyen por diseño y cuyas decisiones son imposibles de auditar o explicar.

Las masculinidades tradicionales son, en esencia, algoritmos sociales de «caja negra» que procesan identidades, distribuyen poder y generan resultados que benefician a unos pocos, pero cuya lógica interna permanece opaca. 

Cuando Musk declara que la empatía es una «debilidad instrumentalizada», está defendiendo la opacidad de estos sistemas bajo el argumento de la «eficiencia civilizatoria».

El trabajo de plataformas digitales: el nuevo Club de la Unión global

Los datos del informe de la OIT sobre trabajadores de plataformas digitales en América Latina revelan una realidad que conecta directamente con la lógica del Club de la Unión: «Poco más de la mitad de los encuestados (53 por ciento) informaron que sus contratantes provienen de otro país, con una clara predominancia de aquellos ubicados en Estados Unidos o Canadá (79 por ciento)».

¿No es esto un nuevo tipo de Club de la Unión? Una élite global tecnológica -donde Musk es figura prominente- que extrae valor del trabajo digital de la periferia, manteniendo las mismas lógicas de exclusión pero ahora a escala planetaria.

Pinilla Burgos plantea la pregunta clave: «¿hasta dónde estamos dispuestos a extender nuestra empatía con los que quieren venir a nuestros países como una única alternativa de poder, tal vez, tener una vida digna?»¹. Para Musk, la respuesta parece clara: la empatía debe ser limitada cuando amenaza la «eficiencia» del sistema. Es exactamente la misma lógica que llevó al Club de la Unión a excluir sistemáticamente y, finalmente, a la bancarrota.

De la exclusión chilena a la exclusión global: los patrones se replican

La crisis del Club de la Unión no es un fenómeno aislado. Los datos de la OIT revelan que «entre los encuestados que se dedican exclusivamente a trabajar en plataformas digitales basadas en la web, solo el 17,7% de las respuestas indica que la mejor descripción de su trabajo es ser empleados formales».

La plataformización del trabajo está creando un nuevo tipo de exclusión: aparentemente inclusiva (cualquiera puede trabajar), pero estructuralmente excluyente (sin protecciones laborales, sin derechos, sin voz en el diseño de los sistemas). Es exactamente el mismo patrón que llevó al Club de la Unión a la bancarrota, pero ahora operando a escala global bajo la bandera de la «eficiencia» que Musk defiende.

La empatía como señal de supervivencia institucional

Como explica Pinilla Burgos: «La psicología y la criminología señalan que, si hay un factor común en el perfil criminal, especialmente en asesinos y violadores en serie, es el de una llamativa ausencia total, o casi total, de empatía». Esta observación revela un patrón preocupante: las instituciones que sistemáticamente suprimen la empatía tienden hacia comportamientos destructivos.

El informe de la Royal Society señala que «las explicaciones son selectivas, extrayendo de un subconjunto de los factores totales que influyeron en un resultado para explicar por qué sucedió». ¿Pero quién selecciona qué factores incluir o excluir?

Cuando los ex alcaldes priorizan a «los hombres de negocio» antes que a «las personas de buena voluntad», están aplicando el mismo sesgo de selección que preocupa en el desarrollo de IA. 

Las «emociones» empáticas que Musk descarta como «suicidio civilizatorio» podrían ser precisamente las señales que indican cuándo estos algoritmos de selección están fallando.

El futuro interseccional que elegimos construir

El informe de la Royal Society concluye: «La participación de las partes interesadas es importante para definir qué forma de explicabilidad es útil. Diferentes tipos de explicaciones serán más o menos útiles para diferentes grupos de personas que desarrollan, implementan, se ven afectadas por o regulan las decisiones o predicciones de la IA».

Como nos recuerda Crenshaw: «Donde entran ellos, entramos todos». La diversidad interseccional no es una amenaza al abolengo ni a la innovación tecnológica: es su evolución natural. Las «emociones» empáticas que preocupan a Musk no son irracionales; son señales de supervivencia institucional.

Pinilla Burgos concluye: «La defensa filosófica de la empatía no es ingenua o buenista, sino que asume con lucidez esos los riesgos de debilitamiento de lo propio en pro de una fuerza mayor, la de una humanidad justa que no necesita expulsar o aniquilar a una parte de ella para progresar».

El Club de la Unión, -solo como referencia de lo que me dio pie a este artículo-  tiene una oportunidad histórica: dejar de ser un museo de masculinidades fracasadas y convertirse en un laboratorio de inclusión interseccional. 

De la misma manera, el desarrollo de la IA no puede ser patrimonio de un «club de caballeros tecnológicos» que descarta las «emociones» empáticas como ruido irracional en nombre de la «eficiencia civilizatoria».

¿Aprenderemos de la lección interseccional del Club de la Unión, o repetiremos los mismos errores excluyentes en la era de la IA? La respuesta no está en suprimir las «emociones» empáticas, sino en diseñar sistemas que las procesen de manera inclusiva y transparente. Porque la verdadera eficiencia no es la que excluye, sino la que incluye de manera sostenible.