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“La discriminación racial en el ámbito laboral no está en agenda”

Por Rocío Cortina

Identidad marrón es un colectivo de personas marronas que debaten sobre el racismo estructural en Latinoamérica. Chana Mamani, una de sus integrantes, habla de lo que sucede en entornos laborales y del quehacer para modificarlo.

Chana Mamanies trabajadora social, escritora, docente e integrante de Identidad marrón: “No se habla de racismoni de discriminación étnico racial, no son temas presentes a nivel general”, advierte. Por eso, las acciones de este colectivo apuntan a visibilizar, para luego reconocer que sí existe el racismo en Argentina, y desplegar estrategias y herramientas que permitan el acceso a sectores donde éstas no llegan.

¿Cómo perciben el racismo en el ámbito laboral?

El ámbito laboral para las personas marronas ha sido históricamente el de servicios. Existe racialización, en determinados lugares hay determinados cuerpos: en puestos jerárquicos la mayoría son personas cisgénero y blancas. No hay representatividad, hay un perfil buscado de aquello que se ve lindo, bello, vendible. Entran cuestiones de nuestro pasado colonial, eso todavía opera en distintos ámbitos. México es uno de los pocos países que ha hecho un estudio serio sobre si hay colorismo o no en las búsquedas laborales. Aparece la idea de que poner la foto en un CV te da acceso o no, es como un pasaporte, y no tiene que ver con habilidades o aptitudes de las personas. La buena presencia va marcada por el color, más oscuro o más claro, es más posible que obtengas un trabajo, aunque hayas finalizado un estudio superior.

¿Qué se puede hacer desde las empresas, compañías e instituciones para generar buenas prácticas que impacten en cambios?

La sensibilización es una de las formas de acercar estos temas. Recuerdo ahora la experiencia de Mercado Libre, donde hay una idea de diversidad e inclusión, de tener perfiles de distintos orígenes étnicos. Esas formas permiten la representatividad en el mercado. La publicidad juega un rol muy importante. He visto algunas que consideran las diferentes tonalidades de cremas, maquillajes, productos para la piel. Parece algo chiquito pero hace que quien consume encuentre productos que no son para un cuerpo hegemónico.

También ayuda hacer una guía de buenas prácticas, acercar el tema. Pero en el fondo está en el acceso: que la persona marrón, de ascendencia indígena, que transita estos espacios, diga “yo puedo estar en tal lugar” y acceder a derechos laborales que hoy no están contemplados. Tenemos más del 40% de índice de pobreza, hay dos o tres generaciones que son estructuralmente pobres. ¿Qué pasa que no hay una conexión entre estas cosas? El ámbito laboral te permite generar lazo social, pertenencia, dignidad. Simbólicamente, más allá de permitirte subsistir, el trabajo es identidad, y no tenerlo es terrible porque se fragmentan lazos con los procesos subjetivos de cada persona, en cada contexto, en cada sociedad.

¿Por qué pensás que son tan pocas las perspectivas de trabajo sobre discriminación racial en el ámbito laboral?          

Porque no está en agenda. No aparece como problema, aunque sí lo es. En Argentina la discriminación racial está vinculada a lo afro, a lo negro. Y eso existe pero… no hace falta caminar la Ciudad de Buenos Aires o el conurbano para decir, sí, hay personas marronas. Hay que problematizar esto, que sí hay racismo, hay discriminación racial hacia personas marronas, dirigida a un fenotipo. Pero no hay políticas públicas que aborden el tema. No hay herramientas que permitan decir “hay racismo por esto” o “no entré a trabajar a una empresa por racismo”.

Además de violencia laboral, se dan situaciones que quedan como percepciones, que sin embargo podemos tipificar como racismo. Somos millones, Argentina es diversa y hay que pensar en acciones integrales y abarcativas. Lo último interesante que sucedió en este sentido es el fallo de Lucas González (NdR: el joven de Barracas asesinado por agentes de la Policía de la Ciudad en 2021). En la sentencia aparece tipificado lo que es la persona marrón y mencionan al colectivo, aparece por primera vez en la sentencia como un agravante el racismo, lo mataron por su color de piel, porque era marrón. Puede ser útil frente a otras situaciones que aparezcan.

¿Cómo pueden desplegarse políticas integrales en este sentido?

Para el Estado es un deber, y no lo está cumpliendo. Tenemos la ley antidiscriminatoria. Hace más de un año nos reunimos con INADI y una de las cuestiones que nos planteaban es que no había denuncias por racismo, sino por xenofobia. Eso se da porque socialmente se lee que si portás determinado rasgos fìsicos, no sos argentino. Hay herramientas que una persona puede tomar para un caso así, pero no llegan a los sectores populares porque están hechas para una clase. El problema de fondo es ese. Se coloca a un sujeto en un lugar, los marcos normativos están hechos así y si no entrás en ese marco, no existís.

El ámbito privado es un espacio desde el cual es posible hacer cosas. En el mercado laboral, todos los sectores de servicios están ocupados por personas marronas y eso se naturaliza. El problema es no poder acceder a otros trabajos, no tener un capital social para insertarte en el mercado que quieras y ser empresario o programador. Y claro que hay excepciones, que la gente dice “bueno pero hay, yo conozco dos o tres”. Pero son dos o tres de 44 millones.

¿Cuáles son los ámbitos más habituales donde escuchan que hay discriminación laboral?

Primero, en trabajadoras de casas particulares. Después, en verdulerías, industria textil, construcción… También sectores de limpieza, cuidados de adultos mayores.

¿Qué desafíos actuales encuentran hoy en cuanto a temas de discriminación?

A nivel personal, una siempre está en alerta. El desafío es no perder el eje del trato humano y del respeto hacia lo diferente, reconocer que, más allá de considerarlo bien o mal, lo real es que somos diferentes. En materia de Derechos Humanos, el problema es cuando la diferencia construye un estereotipo y eso clasifica y determina accesos o ejercicios de un derecho. Creo que de acá a cinco o diez años, en Buenos Aires, por la circulación de las personas, por lo cosmopolita, va a aparecer una generación mixta. Este término no se usa mucho pero hay que saber que está sucediendo.

A nivel colectivo, la organización y las acciones concretas son desafíos. El punto más importante es poner en situación que hay racismo, que Argentina no es blanca, poner en ese escenario a una generación de jóvenes, y que hay un lugar de disputa de cuestiones vinculadas a la identidad indígena, a tener herramientas para defenderse en un mundo que es bastante violento. Para nosotres no sirve intervenir en todo, porque no se acaba, sino hacer algo con efecto capilar y que cada quien pueda hacer uso de las herramientas.

Yo siempre pienso que en dos generaciones, o en una, siendo muy optimista, puede haber algo distinto. Eso también lo permite la ciudad, porque hay mucha circulación y permiten a alguien ser como en su provincia o lugar de origen, no podía ser.  

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