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“Como sociedad, tenemos que cuestionarnos si realmente estamos listos para contratar a personas diversas”

Por Rocío Cortina

Brenda Mato es modelo plus size e impulsora de la Ley de Talles en Argentina. Como activista por la diversidad corporal, explica las buenas prácticas que hacen más accesible un espacio de trabajo.

En los últimos años, Brenda Mato se ha convertido en la cara visible de las reivindicaciones por la diversidad corporal. Modelo plus size, estudiante de sociología e impulsora de la Ley de Talles en Argentina, se pronuncia a favor de que empresas y organizaciones convoquen a activistas para trabajar en equipos diversos: “Me parece importante que ante cualquier cambio que quieran hacer, llamen a las personas de los colectivos vulnerados, con quienes tal vez no están teniendo contacto. Hay un montón de personas disponibles para hablar de temáticas que necesitamos escuchar”, explica.

¿Cómo ves el tema de la diversidad corporal en instituciones y empresas?

La discriminación laboral por la apariencia física es muy fuerte. Hay una discriminación intrínseca en relación con cómo nos vemos, lo primero que te dicen es que no te podés presentar a un trabajo porque no entrás en los parámetros de buena presencia. Parece que no solo tenés que ser idónea en cuanto a capacidades, sino que tenés que ser una supermodelo. A mí me ha pasado que por muchos años busqué trabajos de recepcionista o similares y nunca me tomaron, pero me ofrecían puestos como back office, donde no tuviera que ser la cara de la empresa. A quienes tomaban como recepcionistas eran, en general, personas hegemónicas. También he escuchado a personas que dicen que su currículum era idóneo, estaba todo perfecto para empezar a trabajar, pero al momento de medirse y ponerse el uniforme, no había de su talle y por eso quedaban fuera de la selección.

¿Qué prácticas encontrás importantes en ámbitos laborales para revertir esta situación?

Creo en la implementación del currículum ciego, que en otras partes del mundo funciona súper bien. Pero también hay una cuestión más amplia a abordar por las empresas para lograr que participen otras corporalidades. Me refiero, por ejemplo, a que las sillas no tengan limitantes o apoyabrazos que hacen que una persona con un determinado ancho no entre cómoda en las instalaciones. Lo mismo con los baños. Hablo de las corporalidades gordas porque es lo que me toca, pero pienso también en personas con discapacidad. Si el espacio del trabajo no es amigable o accesible va a ser incómodo realizar mi tarea: obviamente no voy a poder rendir al 100% si tengo que estar parándome cada 5 minutos porque me lastima la silla o porque el espacio no es seguro. O porque en el almuerzo, cada vez que nos juntamos hay comentarios sobre corporalidades, sobre lo que comemos o no comemos. Tenemos que empezar a cuestionarnos como sociedad si realmente estamos listos para contratar a un montón de gente diversa, porque si el espacio no está preparado para recibirla, no tiene mucho sentido. 

Pensando en una perspectiva interseccional, ¿crees que estos temas se dan más entre feminidades? ¿Cómo lo pensás si cruzamos con el género?

En los varones, si bien la belleza puede ser un atributo que le favorezca, tampoco es una gran desventaja. Va a estar un paso más atrás que otros hombres que se consideran atractivos ante esta sociedad, sin embargo, no le quitan estatus de varón. Pero para las mujeres, no pertenecer al estándar de belleza hegemónico nos deja afuera de un montón de cosas. No llegamos a compartir el estatus de mujer, y eso habilita muchísimas violencias.

¿Dónde percibís esas violencias?

Ya sabemos que las mujeres en general cobramos menos que los hombres. Trabajamos más tiempo y también en nuestras casas, y tenemos que esforzarnos por cumplir con lo que la sociedad espera de nosotras: depilarse, teñirse, si soy gorda, adelgazar. Y cuando te dicen “bueno, si no querés no lo hacés”, es relativo. Si yo llego a la oficina con una falda y tengo las piernas peludas, me van a pedir que me vaya a afeitar. Entonces, si hay una sanción por no depilarme, no es una elección. Cuando voy a una entrevista laboral, tengo que tener una ropa determinada para ese lugar, tengo que ir maquillada, hay trabajos que exigen ir maquillada, pero no te pagan el rimmel, la base: esa plata es un gasto extra y sale del sueldo, aunque yo sin maquillaje puedo cumplir con ese trabajo igual. Se habló mucho del caso de Silvina Luna. ¿Por qué nos sometemos a cosas que podrían matarnos? Lo hacemos igual por pertenecer: vivir y ser excluida o tal vez morir para poder pertenecer. La desconexión de nuestras corporalidades y de lo que realmente importa es muy fuerte.

Sos activista de la Ley de talles, ¿cómo está el tema en este momento?

La ley se aprobó justo en la última sesión del año previo a la pandemia. En la mitad de la pandemia arrancó la reglamentación y eso permitió que se pudiera seguir con el estudio antropométrico y terminar de tomar las muestras de las corporalidades que faltaban. Con estas muestras se está haciendo una tabla detalles en la cual se basarán todas las personas y todas las marcas que fabrican indumentaria en Argentina. Es una ley que reinicia completamente la forma de trabajar de la industria. De acá a unos 4 o 5 años vamos a empezar a ver los cambios. Es una ley pionera, un ejemplo para las que se han presentado en Uruguay y en Chile, y en Colombia también tienen la idea de hacerlo.

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