Entre el deseo de estar presentes, el trabajo y los miedos: qué dicen los varones sobre ser padres hoy

doctor en Ciencias Sociales, investigador del CONICET y capacitador en masculinidades
Por Stephanie Simonetta
En el marco del Día del Padre, conversamos con Daniel Jones, doctor en Ciencias Sociales, investigador del CONICET y capacitador en masculinidades, sobre los desafíos contemporáneos de la paternidad, los miedos que atraviesan a los varones que crían, y el potencial transformador del cuidado como punto de partida para repensar las masculinidades. Además, hablamos sobre los talleres que brinda junto a Nodos Consultora en empresas, y sobre su reciente libro “León y yo. Diario de una paternidad”, donde narra las complejidades del vínculo cotidiano de un padre divorciado con un hijo pequeño.
-Hablás del Día del Padre como oportunidad para reflexionar, aparte de celebrar. ¿Qué tipo de preguntas creés que tendrían que hacerse hoy los varones que ejercen la paternidad?
Primero, una pregunta más diagnóstica sobre qué tipo de involucramiento tenemos en la crianza de nuestros hijos, ¿no? Pensar cuánto tiempo pasamos, en qué actividades los acompañamos, qué sensibilidad tenemos ante sus problemas en las distintas etapas de la vida.
A través de Nodos Consultora ya estuvimos haciendo sensibilizaciones por el Día del Padre y había desde varones que su pareja estaba embarazada y estaban acompañando el proceso de gestación, hasta uno que tenía hijos grandes y era abuelo. Y lo que había como patrón común era cómo estar presente para las necesidades de cada etapa de la vida de sus hijos.
Ahora, si fuera tan sencillo estar presente no habría necesidad de reflexionar demasiado. La presencia significa ser empático a los miedos, a las necesidades, por ahí a las necesidades de autonomía, de libertad, o sea, no sobreproteger, pero sí cuidar. Es un equilibrio bastante delicado, porque hay algo sobre las necesidades que tiene cada niño, cada niña, en una etapa de la vida, pero a medida que va creciendo, va modificándose y todo esto se da en un contexto donde muchas veces tenemos poco tiempo: tenemos varios empleos, o un empleo de mucha dedicación.
En una entrevista me decían “Bueno, pero tenemos pluriempleo y condiciones de precarización” y bueno, son las que nos tocaron vivir. Lejos de celebrarlas o aceptarlas acríticamente, [tenemos que] ver cómo conciliamos tareas de cuidado con trabajo asalariado, sobre todo considerando que las mujeres históricamente sostuvieron una doble jornada, o triple jornada cuando hacían trabajo comunitario.
En el último libro que publiqué, “León y yo. Diario de una paternidad”, que son mis crónicas de la paternidad cuando criaba a mi hijo en la niñez, evito victimizarme sobre el cansancio porque hay una larga tradición de mujeres que se ocuparon sin victimizarse sobre eso. Pero también es cierto que a veces hay un agotamiento físico o un agotamiento mental cuando criás y mantener la atención, el buen humor, el cuidado amoroso en esa situación de agotamiento puede ser un poco difícil. Eso sería quizás uno de los desafíos contemporáneos que atraviesa distintas clases sociales: desde el que el labura en una fábrica o en changas, 12 o 14 horas por día, hasta alguien en el sector privado que tiene jornadas laborales súper extensas y que llega sin resto para criar.
-¿Cuáles son los principales miedos vinculados a la paternidad que aparecen en los talleres que vienen desarrollando?
En los talleres eran todos varones, algunos que eran padres y otros que no, y los que no eran padres se animaron a hablar de qué miedos tenían: el miedo de no saber si lo iban a saber hacer bien, si iban a estar presentes, mucha incertidumbre económica: “yo hoy tengo trabajo, pero no sé si voy a tener trabajo para ser proveedor”. O sea, la lógica del proveedor económico sigue funcionando en los varones de manera muy, muy acentuada.
Cuando se habla de la tasa de natalidad, todo el tiempo se piensa que las mujeres quieren hacer carrera profesional. Y en realidad hay muchísimos varones que estamos teniendo solo un hijo, cuando quizás nuestros padres tuvieron tres y nuestros abuelos tuvieron siete. O sea que los varones también están pensando en eso: cómo compatibilizar carreras profesionales. Quizás lo novedoso es que están pensando en la necesidad de compatibilizar con la crianza, que quieren ser padres presentes.
Otras generaciones de varones, mayoritariamente -siempre había excepciones-, desarrollaban su carrera profesional, eran más o menos exitosos laboralmente, cumplían con el rol de proveedores y eso más o menos resolvía la ecuación. Ahora hay una generación de varones que empieza cada vez más a preguntarse: ¿voy a tener tiempo para criar, para disfrutar del vínculo con mi hijo? La idea del tiempo de calidad.
Y después tenés otros miedos que son quizás mucho más puntuales, atados a cada etapa de la vida. El miedo al abuso de nuestros hijos, o sea que alguien abuse física o sexualmente de nuestros hijos, que puede ser a través de las redes sociales, en la escuela, en un deporte. El miedo al bullying, que nuestro hijo sea víctima de bullying, o uno podría complejizarlo más y que sea alguien que ejerce el bullying. Ahora, sobre todo en la preadolescencia, el miedo a las apuestas online, el miedo a los trastornos alimentarios, sobre todo en mujeres, pero no únicamente.
Entonces vas viendo que se empieza a complejizar el mundo, no porque antes fuera sencillo, sino porque ahora tenemos más información, estamos más atentos. En mi libro cuento en primera persona, sobre todo en la infancia de mi hijo, los miedos que yo transitaba y cierta neurosis sobre, “uy ¿estaré siendo un buen padre? ¿no estaré siendo un buen padre?”.
Todo esto coexiste con, por supuesto, varones que se ausentan, que no pasan cuota alimentaria, que reproducen, digamos, un modelo distante con respecto a sus hijos. Pero yo creo que lo novedoso de esta época es varones que quieren cuidar, algunos, y varones que por lo menos se hacen la pregunta de cómo sería ejercer esa paternidad.
Siempre hubo varones que cuidaban. O sea, mi viejo, mi abuelo, dedicaron un millón de horas. El tema es que no había una conversación pública sobre varones que cuidan. Ahora sí: grupos de amigos que están comiendo un asado y que uno cuenta que el hijo tiene ataques de pánico para entrar a la escuela y, de golpe, todos los amigos varones están ahí para escuchar cosas que antes se mantenían abajo de la línea de exposición.
-¿Cómo convive la idea de nuevas generaciones de paternidades más presentes con el actual contexto político y cierto discurso generalizado, exaltado en redes sociales, de retrocesos en equidad de género?
Como investigador social, desconfío un poco de ciertas versiones estereotipadas que siguen circulando. Creo que ni en el pasado reciente cuando había políticas públicas y un discurso estatal a favor de la ampliación de derechos se logró que la sociedad y los varones cambien tanto, ni ahora que están estos discursos virulentos los varones masivamente nos plegamos a un neomachismo recargado.
Creo que afortunadamente las sociedades tienen sus tiempos, sus vínculos interpersonales y por ahí a vos te impacta mucho más que tu pareja sea impactada por el feminismo y se negocien las condiciones del acuerdo de crianza en términos de igualdad a que Milei o Villarruel den un discurso antifeminista. Yo tendría más confianza en la sociedad y en las relaciones interpersonales que en lo que el Estado hace o deja de hacer, sin por esto dejar de reclamar por las políticas públicas.
Sí puedo conceder que hay algunos discursos circulando en esta época sobre reivindicación de una masculinidad viril exaltada, los gym bro que hacen trading financiero con un cuerpo espartano de mucho entrenamiento. Pero hay que ver quién lo consume, cuánto funcionan como modelo. Una cosa es lo que circula en Internet, que es digno de observar, pero otra es lo que la gente hace con lo que circula en Internet. Entonces a veces hay discursos que son un poco apocalípticos, que creo que sí son preocupantes, pero que no sabemos todavía los efectos sociales en términos de la apropiación de los varones de esos discursos.
Con respecto a las nuevas generaciones, tiene algo medio tramposo cuando lo decimos los adultos: en vez de responsabilizarnos del cambio, decimos “las nuevas generaciones van a venir con otro chip y van a ser menos machistas”. ¿Cuál es el subtexto de esto? Que a mí no me toca el cambio, o lo que es peor -que a veces lo dicen con buena intención-: “Nuestra generación ya está jodida, ya somos lo que somos”. ¿Cómo que está jodida? ¡Te quedan 20, 30 años de vida…!
Y además es mentiroso, porque laburo con varones de todas las edades y me ha pasado en sindicatos que delegados de 55 años tengan más apertura que tipos de 40 que creen que se las saben todas, que ya son re feministas. Lo de las generaciones es muy relativo: ni los nuevos pibes vienen todos con el chip de la igualdad ni los varones grandes ya estamos perdidos.
-¿Cómo están trabajando en los talleres el reconocimiento de los privilegios masculinos sin que eso genere resistencias, o bien trabajando sobre ellas cuando las encuentran?
Eso es súper difícil. Yo creo que conceptualmente la idea de privilegios es correcta, pero no sé si es una puerta de entrada efectiva para desarmar ciertas dinámicas de privilegios.
A veces pasa que el discurso de los privilegios no hace sentido para el que lo escucha. Supongamos que cuando trabajo con presos digo “vos sos privilegiado”. El tipo te mide y te dice: “soy pobre, estoy racializado, estoy en cana, ¿qué privilegio?”. En cambio, si vos empezás a hablar de otras cosas, de la libertad, de la igualdad, de las oportunidades, de las diferencias, tenés la chance de terminar trabajando sobre los mandatos, lo que se espera de vos, las promesas de la masculinidad, y capaz que llegás al mismo lugar, pero no entraste con la idea de privilegios.
Y después, cuando estás con poblaciones de varones que uno podría decir que son privilegiados por el tipo de empleo que tienen, tampoco es un discurso que resuene, porque el que tiene un muy buen empleo te va a decir “yo trabajo 12 horas por día, no soy un privilegiado, soy un meritocrático”.
Entonces, mi experiencia de haber usado el discurso de los privilegios y haber chocado contra algunas paredes es que el discurso de los privilegios sirve para un sector progresista, politizado, impactado explícitamente por el feminismo y consciente de ese impacto. Es un pedacito chiquitito del iceberg de la masculinidad. Pero si vos querés trabajar con presos, o gente que tiene problemas con el consumo, o incluso con gerentes de una empresa, el discurso de los privilegios por distintas razones no funciona muy bien.
Hace poco en un organismo público descentralizado con el que trabajamos había que hacer role playing en grupos y debían elegir una expresión de violencia que hayan presenciado en el ámbito laboral. Y un grupo que eran todos varones hizo la representación de cómo trataron a la primera abogada mujer que fue a trabajar al departamento de legales. Uno de ellos hizo de esa mujer y los otros hicieron de los compañeros. El role playing siempre tiene algo medio lúdico, pero bueno, la cuestión es que se espesó el ambiente porque el que hacía de la mujer termina llorando, haciendo la representación llorando. Y todos los que estábamos presentes nos dimos cuenta de la situación de violencia que ellos pudieron percibir. Entonces ¿qué es más efectivo? ¿Decirle “varón renunciá a tu privilegio”, o que pongamos en escena una situación donde esos privilegios actúan y que los varones se den cuenta ellos mismos de la violencia que ejercieron? Creo que hay que ser estratégicos.
-Con respecto a las empresas, ¿cuál crees que es la responsabilidad que tienen a la hora de acompañar la paternidad?
Primero, crear condiciones favorables para que todas las personas que están en esa empresa y ejercen tareas de cuidado. Esto es muy sencillo, una de las primeras cosas son los regímenes de licencias: la Ley de contrato de trabajo en Argentina asigna al varón o a la persona no gestante dos días, 48 horas que son de corrido, por lo cual, si tu pareja parió un viernes a la tarde, ese domingo a la tarde tenés que volver a tu casa porque el lunes trabajás.
Entonces ya hay muchas empresas, no todas, pero muchas -siempre estamos hablando de empleo formal-, que contemplan licencias un poco más amplias: en algunos casos son una semana, en otros 14 días. Uno podría decir que quizás todavía es poco, pero es mucho más que lo que contempla la Ley de contrato de trabajo.
Y después, además de las licencias, tenés condiciones materiales: si es una empresa grande, guardería o un subsidio por guardería. Ver de dar la posibilidad de trabajo remoto cuando uno tiene ciertas tareas de cuidado. Eso es muy, muy valorado hoy por hoy por empleados y empleadas que quieren ejercer la maternidad o la paternidad: tener algunos días de trabajo virtual, remoto, es algo que a veces se negocia incluso más que los salarios.
Y después hay momentos especiales que uno quiere compartir con su hijo o su hija, que son muy puntuales: el primer día de clases autorizame a que entre una o dos horas más tarde, porque realmente es muy significativo. O la fiesta o entrega de diplomas de fin de año.
Hay que generar las condiciones materiales y legales para que se puedan ejercer esas tareas de cuidado. Me parece que eso es una responsabilidad de las empresas, y que además genera un buen clima laboral.
-¿Qué impactos creés que tiene una paternidad más presente en las infancias y en los propios padres?
Creo que una paternidad más presente y más responsable permite detectar necesidades, malestares y miedos de nuestros hijos e hijas. Ahora está muy en el centro de escena la serie Adolescencia, que tiene que ver con lo que los adultos no sabemos sobre nuestros hijos. Entonces creo que una escucha atenta, una mayor presencia, una mayor empatía nos permite tener señales de alarma frente a problemas, necesidades o malestares de nuestros hijos. Esto no quiere decir una hipervigilancia, sino sensibilidad, escucha, atención. No es infalible: por abajo del radar pueden estar pasando mil cosas, pero también a veces hay desconexión y desinterés del mundo adulto con la crianza de niños, niñas o adolescentes.
Creo que un ejercicio de la paternidad comprometida, esto ya lo digo más en términos autobiográficos, te da una satisfacción a partir del vínculo que es difícilmente equiparable con otras. Yo hice mi doctorado en un momento en que se podía viajar afuera, por cuestiones académicas viajé a lugares que mi origen de clase no me lo hubiera permitido nunca, publiqué, laburé para organismos internacionales, y la verdad nada de eso me dio la satisfacción que me da la complejidad del vínculo con mi hijo.
No es todo rosa, todo satisfacción, no. Hay cansancio y agotamiento, hay cosas que no sé resolver y me desbordan, hay miedos que me atraviesan y no los puedo ni siquiera poner en palabras y que después de mucha terapia los pongo en palabras, pero ya es tarde. Así y todo, esa complejidad nos puede enriquecer mucho emocionalmente a los varones. Porque a veces en las relaciones con otros varones, incluso en la amistad, hay ciertos temas que son tabú, hay ciertas cuestiones sobre las cuales no nos abrimos.
Incluso en varones que no son el estereotipo del varón progre, de grandes ciudades, que milita en movimientos sociales, hace psicoanálisis y escucha Caetano Veloso. En chabones que laburan en el sector hidrocarburos en la Patagonia, en chabones que laburan en una empresa de seguros en la parte de siniestros, en chabones que están en cana por haber sido seguridad de un tranza en el barrio, los golpea la paternidad y les hace como un remolino. Y vos ves que después de un momento de crisis, esos tipos complejizan un montón de discursos a partir del cuidado, de la crianza, siempre y cuando sea una crianza comprometida, responsable, amorosa. Errores vamos a cometer todos, pero el tema es cómo te involucras en la crianza. La paternidad te complejiza: si la tomas en serio, te complejiza como varón.
Y la paternidad es una oportunidad para abordar masculinidades con varones. En el último taller que hicimos con una empresa, eran 40 chabones de todas las edades que hablaron y hablaron. Empezaron a soltarse y a veces pasan cosas que incluso trascienden los propósitos del espacio. Las de Recursos Humanos tomaron nota de un montón de demandas contenidas, de malestar de varones que nunca las habían dicho ningún lado.