«La lengua de señas nos da herramientas para la empatía e inclusión»
Por Stephanie Simonetta
Romina Aza es presidenta de Señas de Comunicación, una organización enfocada en la enseñanza y difusión de la lengua de señas. Con una formación inicial en letras y como intérprete de LSA (lengua de señas argentina), dedicó más de dos décadas a promover la inclusión de las personas sordas e hipoacúsicas. En diálogo con Diversa Noticias, nos cuenta sobre su trayectoria, motivaciones y los desafíos pendientes en materia de accesibilidad.
¿Qué te inspiró a comenzar a trabajar en el campo de la lengua de señas?
Arranqué estudiando letras en el año 1999. La lengua de señas era muy incipiente en el campo de la lingüística. De hecho, yo discutía con algunos profesores que me decían que la lengua de señas no era una lengua. Discutía porque, paralelamente a mi carrera de letras, había empezado a estudiar la carrera de intérprete de LSA. Había hecho cursos anteriores, así como los que dictamos nosotros en Señas de Comunicación, pero después me gustó tanto, me fascinó tanto, que hice la carrera.
Dentro de letras, en la UBA (Universidad de Buenos Aires), tenés la orientación de lingüística y específicamente de psicolingüística. Y me empezó a llamar mucho la atención todo lo que es la definición de la lengua, en las personas sordas, y todos mis trabajos de mi carrera después unieron esas dos disciplinas. Así que bueno, terminé torturando a todos los docentes de mi carrera (risas).
Pero más que nada me llamó la atención no solo por la belleza de la lengua en sí, sino también esta posibilidad de inclusión, de accesibilidad. Hace 25 años era todo muy incipiente. Y además estoy muy ligada a temas de discapacidad porque tengo una hermana con una discapacidad motriz. Ya desde chiquita el tema de la discapacidad me tocó muy de cerca.
¿Es decir que la elección también tuvo que ver con tu historia familiar?
Sí, toda mi infancia me la pasé yendo a ALPI (asociación civil que brindar tratamiento de rehabilitación funcional y quirúrgica a pacientes con afecciones neuro-ortopédicas), a lugares de rehabilitación, y veía discapacidades de todo tipo, motrices, cognitivas. Mi papá después creó una fundación para chicos con discapacidad.
Además todos somos buzos en la familia, entonces hicimos buceo para personas con discapacidad. Bueno, sí, siempre el tema estuvo en mí.
Tu hermana Daniela es comunicadora y facilitadora en discapacidad y diversidad. ¿Qué cosas creés que influyeron en la familia para que dos personas se hayan convertido en referentes en estos temas?
El amor por enseñar, por transmitir, y el amor por las lenguas, porque tengo otra hermana que es profesora de inglés y mi mamá es profesora de inglés. Todo el tema de la comunicación: Daniela es licenciada en comunicación, yo creo que ahí se dio lo de romper barreras, en el caso de Dani con estereotipos ligados a la discapacidad, y en mi caso más propiamente lingüísticos.
Sos referente en el tema, pero al día de hoy seguís formándote, estudiando una maestría, ¿por qué crees que es importante la capacitación continua?
Hice cursos y talleres de perfeccionamiento, pero quería avanzar más. Busqué maestrías y ninguna me cerraba del todo hasta que encontré esta de la Universidad de Cuyo, que es de cognición y lenguaje, pero tiene dentro de las orientaciones una que es para cuestiones relacionadas con patologías del lenguaje. Y la otra orientación por la que me decidí es de bilingüismo, donde se ven muchas cosas de lengua de señas.
El bilingüismo en lengua de señas se llama bimodal: es una biculturalidad, como son todos los bilingüismos, pero es bimodal porque tenés otra modalidad. La lengua de señas es diferente a todas las lenguas orales, porque es gestual espacial. Entonces conviven dos modalidades, y cognitivamente es súper interesante lo que sucede ahí y no es muy investigado en nuestro país.
¿También te dedicás a la investigación sobre este tema?
Sí, tengo un proyecto UBACYT de la lengua de señas como lengua minoritaria y también estoy trabajando con una colega de Inglaterra con lo que es la lengua de señas británica. Es muy interesante comparar los avances de allá con los de acá, así que también hice un proyecto para ver la importancia del alfabeto en la lengua de señas y lo que podría mejorar en todo lo que es la lectoescritura.
Y mi tesis de maestría va a estar relacionada con la bimodalidad: como decía, la lengua oral es diferente a las lenguas de señas, entonces hay algo que se llama code-blending, que es esta posibilidad que se da de que yo por ejemplo en este momento estoy hablando, pero también estoy señando, entonces te pregunto “¿cómo estás?” y estoy usando dos lenguas al mismo tiempo. En otras lenguas es imposible. Esta simultaneidad es muy interesante para estudiar qué pasa cognitivamente y si la lengua de señas que se está usando es pura o es más bien como una mezcla con el español.
Hay una frase que resuena mucho entre el colectivo de las personas con discapacidad que dice “Nada sobre nosotros sin nosotros”. ¿Cómo trabajás para hacerla realidad?
Es todo un desafío, por supuesto. Siempre nuestros profesores, sordos o hipoacúsicos, depende del grado de sordera que tengan, están en nuestro equipo en igualdad de condiciones. Hacemos reuniones periódicas, todos conversamos en lengua de señas, nuestros WhatsApp son con videos.
Todos los materiales los adaptamos a la lengua de señas, porque para las personas sordas el español es su segunda lengua y sobre todo la lecto-comprensión es muy difícil para ellos. Siempre dependiendo del grado de alfabetización que tenga el profesional que nos acompaña, pero siempre tratamos de darle la accesibilidad de nuestros materiales, de nuestras directrices, de cómo llevar adelante un curso, o en workshops o con empresas.
¿Cómo nació la organización Señas de Comunicación?
Cuando la fundamos éramos tres personas. Y como a muchos les ha pasado, en pandemia se vio esta necesidad de ayudar al otro, de empatizar fundamentalmente con la comunicación. Las personas sordas padecieron muchísimo por los barbijos, por todo lo que sabemos, que están muy aislados. Ahí empezamos a ver un interés de todo el país de formarse en lengua de señas. Nos pedían cursos desde Ushuaia hasta Jujuy y teníamos a veces 20 cursos con 40, 50 personas simultáneamente. Tuvimos que hacernos un equipo, llamar a más personas, más profesores, más intérpretes, el equipo de marketing, una web que tuviera mucha más información.
El crecimiento fue muy sorpresivo, de repente. Empezamos a capacitar empresas, organismos públicos también, nos van convocando de diferentes ámbitos. Salió una disposición del Banco Central que cada banco tiene que tener personal mínimamente capacitado. Ahí nos llegaron un montón de solicitudes, trabajamos con la Asociación Bancaria Argentina, que nuclea muchos bancos y también en manera particular, adaptando videos institucionales.
Y en los últimos años también comenzó a visibilizarse y a avanzar la agenda de la diversidad, equidad e inclusión a nivel social. ¿Cómo viviste esto?
Sí, la verdad que es hermoso, es muy emocionante. Recibimos testimonios particulares que antes era impensados: desde una abuela que se anota a clases particulares porque el nietito es sordo, hasta cambios culturales de la parte médica. Porque la discapacidad antes se veía desde el paradigma médico como lo que le falta a la persona: “Uy, le falta algo. ¿Es sordo? Bueno, háblele, no use lengua de señas, hay que hacer todo lo posible para que no se note esa discapacidad”.
Y se empezó a mutar de este paradigma al paradigma social de la discapacidad. Ya no es una persona discapacitada, sino PCD (persona con discapacidad). Todo este cambio social hace que también tengamos médicos, como fuimos a capacitar en el Sanatorio Finochietto, pero también hay médicos particulares que se conectan en el medio de la guardia: así como te cuento, literal, se conectan y participan de nuestras clases porque quieren poder comunicarse con un paciente, sin intermediarios, lo mejor que puedan.
Todo este cambio que uno ve cultural era impensado hace 10 años. Es un click que lleva tiempo, pero bueno, también se aprobó la Ley 27.710 el año pasado, que reconoce a la lengua de señas argentina como una lengua acá en el país. Eso fue una lucha enorme, fue un logro de más de 30 años. Todos estos cambios se van viendo, por suerte.
Más allá de los avances, ¿qué cambios culturales crees que todavía son necesarios?
Nos dicen mucho, y coincido, la parte de educación, ahí falta mucho todavía. Por más que siempre tenemos docentes que son muy ávidos de capacitarse, falta un nivel más arriba, un cambio en los directivos, cambios de políticas públicas para que aunque sea se dé la lengua de señas como un taller extracurricular en las escuelas.
Todos tenemos hijos o sobrinos que se anotan en el colegio fuera de horario a guitarra, a ajedrez, lo que sea. Bueno, que esté la opción y van a ver que los chicos se enganchan muchísimo. Porque aparte de aprender una lengua y que cognitivamente ganan un bilingüismo, o multilingüismo, les estás dando herramientas de empatía, de inclusión: una lengua que es totalmente diferente a las demás porque enseña a ver cosas que nos pasan desapercibidas, porque es muy visual, muy expresiva.
¿Cuáles son tus desafíos profesionales para el futuro?
Implementar la lengua de señas como materia extracurricular en escuelas y en más ámbitos: que todos tengan una noción de lo que es la lengua de señas y la importancia que tiene. Ir abriendo la cabeza cada vez más de más personas.