Noticias sobre diversidad, equidad e inclusión en las organizaciones

Recuerdos de una(s) tran(s)icion(es)

Transicionar. Esta es una palabra bastante manoseada. Por empezar, nadie va de mujer a hombre ni de hombre a mujer. (…) podríamos pensar que hay un rito iniciático. Y la transición puede ser eterna.”

Marlene Wayar, 2021

Anush Grati (elle), Analista Especialista en Nodos Consultora, analiza los desafíos que tienen empresas y organizaciones para generar espacios de trabajo seguros y basados en el respeto de las personas travesti – trans.

Recuerdo la primera vez que entregué un CV con una marcación de género no binaria. Era 2017. No se hablaba de lenguaje inclusivo, no había Decreto de Ley por el DNI no binario. Las chicas travesti-trans solo accedieron a la legitimidad legal de su nombre en 2012. Antes, morían con otra identidad. Aún hoy les sigue pasando, si las familias no las aceptan. 

Recuerdo la primera vez que mi pareja de aquel entonces me dijo que se quería llamar de otra forma. Cuando le contaba a mi equipo sobre nuestras vacaciones me dio vergüenza, en vez de pensar en él, en su identidad, en sus necesidades, pensaba: ¿Y si es confuso? ¿Y si tengo que explicar que es trans y por eso ahora se llama de otra forma? Recuerdo la vez que me llamaron de una empresa porque un cliente habló en masculino de una de las chicas por tener una “voz muy gruesa” o cuando un cliente le pidió que sea “menos maricón” a una asistente de caja en el mostrador. “¿Qué hacemos? ¿Por qué ella no se ve como “ella” todavía?”.  

Recuerdo cuando me presenté en un medio de comunicación, les recomendé a alguien que creía mucho más capaz que yo para hablar de un tema y me dijeron “no, pero viste que, si ya de esto no se puede hablar, imaginate un hombre disfrazado de mujer, con barba, vestido y maquillaje. La gente va a cambiar de canal al toque”. 

¿Qué se imaginan de una “transición”?, ¿a qué les remite la palabra? Para las personas trans puede significar una cantidad finita pero amplia de situaciones. En una gran mayoría de experiencias, hay miedo, también decisión y autoconocimiento. Si a la mayoría de las personas cis género no se les ocurren cuáles pueden ser estas tran(s)iciones, a las personas trans nos toma por sorpresa, la gran mayoría de las veces, encontrarnos con la necesidad imperiosa de generar cambios en nuestras vidas, nuestros cuerpos, las formas en que nos perciben y nos trata el mundo. También, al igual que muchas personas cisgénero, solemos no contar con la información necesaria. Nos invade el miedo o la angustia de que estas modificaciones sean traducidas como “enfermedades” por parte de la comunidad médica, psicológica, educativa y familiar. Pero no es así. Todas las personas trans somos válidas en cualquiera de los caminos que queramos llevar adelante. No hay una sola mañera de transicionar. Hay transiciones sociales y otras corporales. No hay transición que no venga de un profundo deseo de ser quien ya sos. No hay una transición donde, del otro lado, no haya una mirada que compare todo el tiempo cómo nos vemos con “cómo se ve una mujer y un hombre de verdad”. Hay estándares irrisorios hasta para las personas que no son trans. ¿Alguna vez lo pensaron? ¿Cómo los estándares de varón y mujer también llevan a que personas cisgénero trabajen en pos de llegar a aquellos moldes aceptados? 

Las transiciones sociales tienen que ver con nombrarnos, comentarles a nuestros entornos que ahora nuestro nombre es elegido, que no hay opción de usar uno u otro. Las transiciones sociales tienen como punto de partida una comunicación con quienes nos rodean y eso siempre da vértigo, principalmente si nunca escuchamos a aquellas personas hablar en favor de los derechos travesti, trans, no binarios. Porque las tensiones de comunicar tus nombres, tus pronombres, tu identidad, es exponernos a la discriminación. Es un voto de confianza. Es como la ruleta rusa de la que nos cuidamos hasta que no podemos más. Porque es urgente, imperante, de vida o muerte.  

Las transiciones “corporales” – las podríamos llamar de otra manera- son aquellas donde intervenimos nuestros cuerpos, ya sea con hormonas, como la testosterona, por ejemplo, que se consigue en gel y se pasa por el cuerpo, es un sobrecito de felicidad para las masculinidades trans o algunas personas no binarias; también están las inyecciones de testosterona y las inyecciones de estrógeno para las femeneidades trans o algunas personas no binarias. Otras formas de asentarnos en nuestra identidad tienen que ver con las cirugías de reafirmación, como pueden ser la “masculinización” o “no binarización” de torax, una cirugía que permite quitar las glándulas mamarias y brindarnos un pecho plano. También se pueden poner bustos, agrandar caderas, feminizar la cara, construir una vulva o un pene con el propio cuerpo. En Argentina, la Ley de Identidad de Género nos permite acceder a las hormonas y a las cirugías de forma gratuita. Recuerdo los seis años que pasé yendo y viniendo de distintos hospitales para mi no binarización de torax. Me cambié tres veces de prepaga. Me pidieron que demuestre que era “un varón trans, porque no se entiende qué sos”, me pidieron que un psiquiatra me firme un papel donde me declare una persona sana, sin problemas de salud mental para poder realizar la operación. Para quienes no me conocen, soy una persona blanca, de clase media, con recursos para saber cuáles son mis derechos, con un trabajo que me acompañó durante esta búsqueda. Y cuán importante fue el apoyo de mi lugar de trabajo cuando volvía decepcionade de otra consulta médica, cuando podía hablar de lo que me generaba tristeza, ira, sabiendo que del otro lado me iban a escuchar sin crítica, sin comentario más que el apoyo y el esfuerzo por intentar comprender la importancia de aquello que estaba intentando alcanzar. 

Vos y yo, porque podemos acceder a un trabajo -sí, por suerte ahora está la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans-, compartimos la mayor parte de nuestro tiempo con personas extrañas que tienen la potencialidad de volverse cercanas, íntimas. Por lo menos, de nuestra confianza. Incluso si no es así. Con todas siempre queremos ser quienes somos. En las empresas hay muchas personas maravillosas que nos pueden acompañar en un proceso que suele ser doloroso pero que, al estarlo atravesando, genera una euforia de género a la cual no le puedo poner palabras. Las empresas pueden acompañar desde políticas, empujando a que las obras sociales que proveen no dilaten el acceso a las hormonas o a las cirugías que cubre la Ley de Identidad de Género. Pueden modificar los registros de los nombres incluso sin que la persona haya hecho el cambio registral. Las empresas pueden ser vocales en sus alianzas para con la comunidad travesti trans, a cuenta gotas, empezando por la premisa que de los cuerpos ajenos no hay que emitir comentarios, que si hay algún cuerpo que “te incomoda” porque es un cuerpo en proceso de hormonización, porque es un cuerpo que nunca viste, aquello no quiere decir que seamos monstruos, que no podamos hablar y compartir, que el miedo te paralice y nos tengamos que esconder en una salita de la oficina para dejar de recibir miradas despectivas o de sorpresa todo el tiempo. 

Nuestros lugares en las empresas nos permiten, a todas las personas, gestionar nuestra vida: pagar el alquiler, la comida, nuestras actividades por las cuales nos apasionamos, la educación. Son fuente de acceso a vidas dignas de ser vividas. Transicionar dentro de las empresas puede ser uno de los procesos de mayor contención, acompañamiento y sostén de las personas a las que, por ahí, les quitaron aquello toda su vida expresar ser quienes son. Tenemos herramientas para que los espacios laborales permitan a las personas trans tener experiencias de transición que no carguen tanto miedo y soledad. 

Related Posts