Reclutando en contra del mérito

Por Marcelo Baudino, Director de Belonging DEI y autor del libro «Privilegios para privilegiados». Nota publicada originalmente en Linkedin.

¿Alguna vez fuiste reclutado cumpliendo una cuota de privilegio? ¿No? Déjame contarte un poco de qué hablo y me cuentas al final del artículo.

Es muy común que, en mis talleres de diversidad, equidad e inclusión (DEI), alguien se ataje de antemano, y declare a viva voz que está totalmente en contra de las cuotas en el reclutamiento. El razonamiento que ofrecen es bastante lineal si no se profundiza un poquito al menos: reclutar a una persona solo por ser mujer, trans, o por tener una discapacidad, le quita todo el mérito al proceso. Y no siempre son los varones, cis, heterosexuales, quienes hacen este tipo de comentarios. Muchas mujeres, con preocupación genuina, se posicionan en contra de que el género les signifique cualquier tipo de ventaja no ganada en su desarrollo profesional. Lo curioso (o no tanto en realidad), es que nunca (¡nunca!) sucedió que alguna persona exprese su desacuerdo con reclutar y promover a varones cis hetero blancos, solo por su identidad, y no por el mérito. Bueno, esto segundo es exactamente lo que sucede, y es lo que llamamos “reclutamiento por privilegio”.

¿Cómo es que no hablamos de “esto” que es un hecho, pero sí hablamos de lo “otro” que en realidad casi nunca sucede? La respuesta la encontramos en los procesos normalizados de reclutamiento, donde se selecciona esencialmente por “fit cultural”, en los sesgos inconscientes que todas las personas tenemos y que sostienen esa normalidad desigual; y por supuesto, en los privilegios.

Comencemos con el kit de la cuestión. La norma que ha sostenido el reclutamiento desde que se ha comenzado a hablar del tema, es la del reclutamiento por “fit cultural”. Esto, en resumidas cuentas, implica seleccionar personas que se encuentren alineadas con la cultura propia de la organización, facilitando de este modo su adaptación y, por ende, acelerando su productividad máxima. Cuando observamos más de cerca de qué se trata esa cultura que nos define el perfil de personas que podrían encajar en ella, encontramos que no es más que una representación de la cultura de la sociedad. Esta cultura suele premiar a ciertas identidades sobre otras en el ambiente laboral. Los que tienen la ventaja sin haber hecho nada por tenerla, son los varones, cis heterosexuales, blancos (o pieles más claras), con cierta corporalidad, y definitivamente, sin discapacidad. Por lo tanto, lo “normalizado”, lo que determina el sentido común, lo que se usa como punto de referencia para evaluar al mundo, son ese tipo de perfiles. Ya comenzamos con la cancha desnivelada.

Al mismo tiempo, contamos con un ejército de reclutadores/as con las mejores intenciones de llevar adelante un proceso justo y equitativo para todas las personas. Confiamos que eso será suficiente para que las personas que finalmente ingresen a la organización, lo hagan exclusivamente por el mérito. Aquí, lamentablemente, se hacen presentes los sesgos inconscientes, que terminan jugando a favor de la normalidad, y favoreciendo a aquellas personas alineadas con ella. Los sesgos de afinidad nos llevan a priorizar, sin que nos demos cuenta, a aquellas personas que son parte de la mayoría en las organizaciones (que suelen ser hombres, blancos, cis hetero, sin discapacidad). Cancha desnivelada, y con 3 goles en contra.

Por lo tanto, si soy un varón, cis hetero, blanco y sin discapacidad, me guste o no, lo reconozca o no, voy a tener una ventaja relativa a la hora del reclutamiento (y eventualmente de una promoción), ya que todo se encuentra organizado estructuralmente para que sea de esta manera. El mérito pasa a un segundo o tercer lugar, y aunque sea difícil aceptar, nos convertimos en una cuota de privilegio. Alto plot twist, ¿no crees?

Si eres una persona con estos privilegios y llegaste hasta aquí, primero; te agradezco sinceramente. Segundo, ten por seguro que no escribo esto para avergonzar o culpar a nadie. Yo mismo, sin duda, he cumplido una cuota de privilegio en alguna contratación de mis ex empleadores. Los privilegios no se eligen. Tampoco definen la calidad de ser humano que somos. Pero reconocer que muy posiblemente alguna vez en nuestras vidas hayamos sido reclutados por los privilegios, nos permite mirar las cosas desde una nueva perspectiva. Ciertamente una perspectiva más empática y justa. Y de esta manera podremos comprender que sean justamente las mujeres quienes se encuentren bajo escrutinio de si su contratación fue o no fue un tema de cuotas, es algo que no se encuentra en línea con la realidad.

¿Qué piensas tú? ¿Fuiste alguna vez reclutado por una cuota de privilegio?