Los micro-mensajes y una práctica de acoso sexual
Por Julieta Polo, Gerente Administrativa en Iceberg Cultures of Inclusion. Nota publicada originalmente en el blog de Iceberg CI.
Me encuentro en una posición muy difícil a la hora de redactar este artículo. Tuve la “suerte” de no haber salido violentada físicamente, pero esto no implica que no haya vivido experiencias negativas bajo el yugo de una práctica en un sistema donde rige la inequidad de género. ¿Eso hace que esta historia tenga menos peso o sentido? En absoluto.
Incluso llegué a sentir culpa cuando contaba cosas que me sucedían en el espacio laboral y que era hasta mi responsabilidad no haber generado límites sanos y necesarios. Me pregunto, ¿es mi responsabilidad absoluta frenar el acoso laboral con tinte sexual? La respuesta es no, pero si hay algo que podemos hacer: es hablar.
Acoso laboral
Primero, quiero dejar en claro algunos conceptos. El acoso laboral o Mobbing se trata de un fenómeno que se da en el ambiente laboral y es cuando uno o más individuos ejercen violencia psicológica de manera sistemática y en repetidas ocasiones sobre otra persona durante un período prolongado de tiempo. Pueden ser colegas, superiores o incluso personas que trabajan para ese individuo. Este fenómeno deja por consecuencia problemas psicológicos (tales como ansiedad, estrés, depresión), desmotivación en el trabajo y daños en la reputación, entre otros.
Como todos saben, existen un sinfín de tipos de acoso laboral, pero hoy me gustaría centrarme particularmente en uno; el sexual.
Acoso sexual
Según la Organización Internacional del Trabajo, “el acoso sexual es una conducta no deseada de naturaleza sexual en el lugar de trabajo, que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.”
Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Argentina, “las mujeres tienen 2,2 veces más de probabilidad que los hombres de sufrir acoso sexual” en el ámbito laboral. Y si profundizamos en la variable interseccional, como lo explica la OIT en “El acoso sexual en el mundo del trabajo” encontraremos que, “las mujeres pertenecientes a determinados grupos (como las que tienen un bajo nivel socioeconómico, las mujeres indígenas, las mujeres pertenecientes a minorías étnicas, las lesbianas, las mujeres bisexuales, trans, o no convencionales en cuanto al género, las trabajadoras migrantes, las mujeres con discapacidades y las mujeres jóvenes) pueden enfrentarse al acoso sexual de formas particulares.”
Sin importar si eres varón, mujer o cuáles sean tus características identitarias, deberías hacerte la siguiente pregunta: ¿me pasó alguna vez tener que convivir con alguna de las siguientes situaciones?
- Contacto físico (aunque sea mínimo) innecesario y no deseado. Por ejemplo, tocar y/o apretar la cintura cuando nos saludamos (en Argentina nos saludamos con un beso en la mejilla, lo cual implica un acercamiento físico).
- Observaciones molestas y otras formas de acoso verbal.
- Un comentario sobre tu aspecto físico. Por ejemplo, si estás más bella, por bajar o aumentar de peso, porque resalta alguna parte de tu físico.
- Miradas lascivas y gestos relacionados con la sexualidad.
- Petición de favores sexuales.
- Insultos, observaciones, bromas e insinuaciones de carácter sexual.
- Que un superior, aunque sea en tono bromista, sugiera que su asistente use pollera y “una sonrisa hermosa” a conseguirle algo.
- Comentarios, bromas, gestos o miradas sexuales.
- Manoseos, jalones o pellizcos en forma sexual, o una nalgadita justificada como “en forma cariñosa”.
- Propagar rumores sexuales acerca de la víctima.
- Forzar a besar a alguien o a algo más que besar.
- Llamar a la víctima “gay” o “lesbiana”.
Y más…
Si tu respuesta es sí, tienes que saber que esto es acoso sexual en el ámbito laboral.
Las consecuencias que mencionaba del mobbing me pasaron a mí. A raíz de muchos comentarios y chistes con tenor sexual a lo largo de años, sufrí consecuencias como éstas: desmotivación en el trabajo, estrés, sentir que mi trabajo no valía más que para “embellecer la oficina” (como me decían), o traer el toque femenino, que, además, siento que no me representa.
El acoso sexual es una forma más de violencia de género. A lo largo de mi vida me encontré con hombres que sienten que necesitan expresarse de esa manera y no ven (o no quieren ver) que es una violación a nuestros derechos, nuestra intimidad, nuestra esencia. Las microagresiones que recibimos disfrazadas de chistes con tenor sexual son solo la punta del iceberg de un sistema que refuerza una y otra vez el estereotipo del hombre como productor, dominante, proveedor, y de la mujer como reproductora, sumisa, reduciendo a la mujer a un objeto sexual y negándole el derecho de actuar en espacios considerados tradicionalmente masculinos.
La mayoría de las veces, el acoso sexual no solo se manifiesta en términos de chantajes (es decir, beneficios a cambio de favores sexuales), sino también en comportamientos físicos (tales como acercamientos innecesarios o contacto inapropiado), verbales (chistes, comentarios sexuales o sobre tu aspecto físico) y no verbales (silbidos, gestos obscenos, entre otros).
¿Qué podemos hacer?
En principio, creo que es importante seguir levantando la mano y hablar. Aunque nos de vergüenza o sintamos que no tenemos que hacerle ver a la otra persona lo obvio. Y debemos hacerlo, aunque la otra persona se ofenda o se sienta incómoda porque le hagas ver la misma incomodidad que te hizo sentir a ti. Es necesario expresarlo asumiendo la valentía de poder decir que tal comentario, contacto físico innecesario, u otro tipo de acoso sexual en cualquiera de sus formas, no te gustó.
Adicionalmente, les dejo aquí una guía de ONU Mujeres sobre medidas que se pueden adoptar para promover un cambio cultural para acabar con el acoso sexual y para garantizar que todas las mujeres y niñas puedan vivir libres de esta amenaza y alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 (la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas). ¡Espero que les sea de utilidad!
También, creo necesario buscar apoyo en pares mujeres u hombres. Muchas veces, por temor a sentirnos acusadas o tildadas de problemáticas, no hablamos. Es importante buscar una red fuerte de personas aliadas para contar nuestras historias, compartir lo que nos pasa, y empatizar cuando alguien nos cuenta lo que está viviendo.
A lo largo de estos años, al compartir lo que me había sucedido en el espacio laboral y en la vida personal con otras personas, me comentaban que algo similar les había sucedido a ellas. Nos pasó que nos preguntábamos: “¿Acaba de pasar lo que pasó?”; “¿Cómo me ven los demás? ¿Por qué se sienten con derecho a proponerme intimidad?”; “¿Dije o hice algo para dar lugar a que esto ocurra?”
Suele ocurrir que cuando sucede un acto de acoso sexual, nos quedamos en shock y no entendemos si fuimos nosotras las que generamos estas situaciones. Incluso nos quedamos paralizadas ante situaciones de violación a nuestros derechos (intimidad). Es importante entender que esto es una reacción como víctimas y eso no nos hace más o menos empoderadas. Nos hace humanas.
Por eso, te invito a contar tu historia, a compartir ejemplos para acompañarnos e identificar esos momentos en los que sentiste acoso sexual y no sabías si estaba bien o no lo que sucedía. A muchas personas alguna vez nos sucedió esto. ¡Acompañémonos y alcemos nuestra voz!