Lo que el 38vo Encuentro Plurinacional nos enseña y las empresas aún no ven

Por Stephanie Simonetta

Este fin de semana largo se realizó en Corrientes el 38vo Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries: un espacio donde, año tras año, más de cincuenta mil personas se autoconvocan para debatir, compartir experiencias y organizarse políticamente.

Después de casi cuatro décadas de Encuentros, sigue resultando llamativo el escaso espacio que ocupan en los medios de comunicación -que sólo suelen mencionarlos cuando hay incidentes o represión policial-, así como también la indiferencia del ámbito empresarial. A veces da la sensación de que las compañías se mueven con una agenda paralela, aislada e impermeable a los procesos sociales que transforman profundamente la vida colectiva.

Esta desconexión no es menor. Mientras muchas organizaciones permanecen en un estadio meramente declamativo respecto de la diversidad, la equidad y la inclusión, miles de mujeres y disidencias de todo el país se reúnen para poner el cuerpo, debatir, tender redes y avanzar en acciones concretas. A lo largo de los años, estos Encuentros han contribuido a instalar debates que más tarde se convirtieron en leyes y políticas públicas, como el divorcio, la Ley de Protección Integral a las Mujeres, la interrupción voluntaria del embarazo, entre otras conquistas.

Cada Encuentro Plurinacional es organizado por una comisión local que trabaja en plenarias abiertas mensuales, donde se definen todas las decisiones vinculadas a la planificación general, la logística, los talleres y las actividades culturales. Cada edición comienza con un acto de apertura y se desarrolla a lo largo de tres tandas de talleres -distribuidas en dos días- que culminan con una marcha por toda la ciudad anfitriona. El último día se realiza el acto de cierre donde se elige la sede del año próximo -en 2026 será Córdoba- a través de un aplausómetro.

Las personas participantes pueden elegir entre 16 ejes temáticos que abordan problemáticas laborales, violencias, salud, identidades, territorios, religiones y coyunturas geopolíticas. Los talleres dentro de estos ejes son diversos: trabajo y desafíos actuales; tareas de cuidado y trabajo; trabajo de plataformas e industria tecnológica; feminización y transfeminización de la pobreza; protocolos para la prevención y erradicación de la violencia de género en instituciones y organizaciones; violencia digital de género y redes sociales, entre otros.

Cada taller constituye un espacio de debate democrático y plural, coordinado por moderadoras que garantizan la participación, y con voluntarias encargadas de tomar notas y sistematizar las conclusiones colectivas, las cuales se comparten en el evento de cierre.

Lo que sucede en estos talleres es una muestra de prácticas que las empresas harían bien en observar. La horizontalidad, por ejemplo. No hay jerarquías ni voces autorizadas: circula la palabra de manera respetuosa y cada vivencia es reconocida como legítima, incluso cuando las diferencias son grandes.

El Encuentro es, además, una oportunidad única para ampliar la mirada y acercarnos a distintas realidades. Participan mujeres y disidencias de todas las edades, territorios y condiciones materiales: de proveniencias urbanas y rurales; trabajadoras formales, informales y desocupadas; juventudes y adultas mayores que sostienen la participación desde hace décadas. Esa multiplicidad hace que cada taller funcione como un mapa vivo del país; uno que no siempre tenemos presente en nuestra cotidianidad.

Hace diez años que participo de los Encuentros y, aun así, este año me sorprendió gratamente la intensidad política de las discusiones. En el taller de menopausia y climaterio, por ejemplo, encontré debates profundamente colectivos. Lo que podría tratarse como un proceso individual aparecía entrelazado con condiciones materiales, acceso a la salud, desigualdades de género, decisiones de política pública y, también, con el rol clave de los sindicatos y los espacios laborales. Fue muy movilizante ver cómo participantes tan diversas se reconocían en las palabras de otras compañeras, incluso viniendo de realidades tan distintas entre sí. En los Encuentros la experiencia personal se politiza: se vuelve pregunta social, se vuelve agenda común. Y esa es una potencia que difícilmente se encuentre en otros ámbitos.