Cuando el odio se vuelve parte del paisaje

Por Leonardo Hernández, director de Diversa Noticias

Lo ocurrido en un viaje de egresados, con estudiantes coreando cánticos antisemitas, no es un hecho aislado ni una travesura adolescente fuera de lugar: es la manifestación de un clima social en el que los discursos de odio ganan terreno, se normalizan y hasta se celebran. La respuesta institucional fue rápida: la escuela repudió, la empresa de viaje -BAXTTER- con demoras y algunas idas y vueltas finalmente tomó algunas medidas. Pero lo preocupante no es sólo lo que hicieron los estudiantes, ni el comportamiento de las personas adultas a cargo, sino lo que eso revela: hay un permiso social para odiar. Y ese permiso no se construyó en un micro de egresados, sino en un país donde las señales de alarma suenan hace rato.

En febrero advertimos que cuando un presidente banaliza la identidad de millones de personas, cuando se burla de la diversidad o la llama “agenda woke”, no sólo degrada el discurso público: habilita violencias. En la misma línea, los cánticos antisemitas no surgen del vacío. Se alimentan de discursos que deshumanizan, que ridiculizan la empatía, que desprecian los derechos conquistados como si fueran privilegios de minorías. Las palabras crean mundos. Y hoy, el mundo que estamos habitando, está teñido de cinismo, crueldad y negacionismo.

Hace apenas unos días, en Diversa Noticias participamos del lanzamiento de la campaña “Nombralo. Es odio”, impulsada por organizaciones que advierten sobre el avance de los discursos de odio contra personas LGBTIQ+. Y los datos confirman la urgencia: según el Observatorio Nacional, los crímenes de odio LGBT+ aumentaron un 70% en el primer semestre de 2025, mientras que la DAIA registró 687 denuncias de antisemitismo en 2024, un 15% más que el año anterior. La campaña señala algo clave: lo que no se nombra, se naturaliza; y lo que se naturaliza, se reproduce. Nombrar el antisemitismo, la homofobia o la transfobia es el primer paso para enfrentarlos, porque todas estas violencias son distintas caras de la misma fractura social. En Diversa insistimos: los derechos humanos no se negocian. Y hoy, más que nunca, lo que se necesita no es tibieza institucional sino valentía pedagógica. Porque formar ciudadanía también es enseñar a no odiar. A reconocer al otro como legítimo. A levantar la voz, incluso cuando incomoda. Especialmente cuando incomoda.