La desigualdad de género se puede medir

El nuevo informe de Ecofeminita revela que la desigualdad de género en Argentina atraviesa múltiples dimensiones: menores tasas de participación laboral, ingresos más bajos aun con igual nivel educativo y calificación, y una carga desproporcionada de tareas domésticas y de cuidado que recae sobre las mujeres.

Basado en datos de la a Encuesta Permanente de Hogares (1er trimestre de 2025), el informe muestra las diferencias en la inserción en el mercado de trabajo, en los ingresos que perciben, en la cantidad de horas que trabajan semanalmente, y la distribución de las tareas domésticas entre varones y mujeres. 

Tasa de actividad y de empleo

Los datos muestran que la tasa de actividad es ampliamente mayor entre los varones (la diferencia ronda los 19 puntos porcentuales). Según plantea el informe, esta discrepancia podría ser explicada por múltiples causas. Una de ellas es que una importante porción de las mujeres en edad laboral dediquen su tiempo a realizar tareas domésticas no remuneradas, en lugar de tener una actividad en el mercado de trabajo. Otra razón posible podría ser el hecho de que las mujeres tiendan, en promedio, a educarse más que sus pares varones. La tasa de empleo, por su parte, exhibe una diferencia entre varones y mujeres que ronda los 18 puntos, denotando el mismo fenómeno anteriormente mencionado.

Brechas de ingresos mensuales

Como se ve en el siguiente cuadro, para el caso de todas las personas perceptoras de ingresos, la brecha entre mujeres y varones respecto al ingreso total individual es de 29.1%. Es decir, contemplando todos los ingresos que se perciben, sean de origen laboral o no laboral (como jubilaciones y pensiones, cuotas alimentarias, subsidios, etc.), las mujeres perciben ingresos que, en promedio, son un 29.1% menores que los de los varones. Simultáneamente, en el mercado de trabajo, las mujeres ganan en promedio un 28.5% menos que los varones.

Si tomamos en cuenta únicamente a aquellas personas que no poseen descuentos jubilatorios, se observa cómo las mujeres ganan en promedio un 32.7% menos que sus pares. Es decir que la brecha de ingresos entre las y los trabajadores se amplía cuando vemos a aquellas/os asalariadas/os que tienen peores condiciones de trabajo.

En cuanto a la brecha de ingresos mensuales por calificación del puesto de trabajo, el siguiente gráfico señala cómo ésta se mantiene incluso a iguales niveles de calificación del puesto de trabajo. Por ejemplo, mientras que los varones que trabajan en ocupaciones profesionales tienen un ingreso medio de $1.665.500, las mujeres ocupadas en ese mismo segmento perciben un ingreso medio de $1.319.600, es decir, un 20.8% menos.

En los puestos no calificados, los varones ganan $507.200 en promedio, al tiempo que las mujeres ganan alrededor de $332.500. Esta brecha es del 34.4%.

En cuanto a la brecha de ingresos mensuales por nivel educativo, como puede observarse en el cuadro siguiente, el porcentaje de personas que cuentan con un nivel educativo superior es notablemente mayor entre las ocupadas mujeres, en comparación a los ocupados varones.

Sin embargo, a igual nivel educativo, los ingresos laborales de las mujeres trabajadoras son inferiores a los de los varones. Esta diferencia de ingresos es del 28.5% para las de nivel universitario/superior, y del 44.2% para las que cuentan con nivel primario.

Distribución de las tareas domésticas

Según señala el informe, el trabajo doméstico suele recaer más en las mujeres que en los varones. Es decir, es más probable que sean ellas las encargadas de realizar tareas de cuidado y reproducción para otros miembros de su hogar. En estos casos, el trabajo no se comercia en el mercado, se realiza entre quienes tienen un vínculo personal, y por lo tanto, no se remunera.

El reporte analiza que este reparto desigual de las tareas domésticas entre varones y mujeres podría asociarse a las desigualdades en la composición del mercado de trabajo (obstáculos en el acceso a cargos jerárquicos, precarización laboral, etc.) y responde a un conjunto de normas sociales y estereotipos de género que asignan mandatos diferenciales a varones y mujeres.

Dicha feminización de las tareas de cuidado penaliza a estas últimas, haciendo que enfrenten extensas cargas de trabajo en el hogar y, por ende, imponiendo una fuerte restricción temporal y afectando el acceso al mercado de trabajo y a la trayectoria laboral.

A modo ilustrativo, se señala que: del total de personas que realizan tareas domésticas, un 68% son mujeres y un 32% son varones. Esto sucede si tenemos en cuenta el total de los hogares, y seguramente la diferencia se agravaría si quitáramos los hogares unipersonales del conteo y/o incluyéramos a las trabajadoras de servicio doméstico.

A esto se suma el hecho de que prácticamente todas las personas que se dedican al servicio doméstico (es decir, que sí venden este trabajo en el mercado) son mujeres: un 98.1%. Asimismo, del total de mujeres ocupadas, un 13.6% se dedica a esta ocupación, conformando entonces una salida laboral popular. 

Leé el informe completo aquí.